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¿Cómo puedo identificar un buen mago? Parte 1

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La línea que separa lo correcto de lo incorrecto, arriba de abajo, lo bueno y lo malo, es una línea traicionera y difícil de encontrar. En ocasiones depende de a quién le preguntes, de cuándo y dónde lo preguntes e incluso de por qué lo preguntes. 

 

Estoy inclinado a indicar que esta línea no puede separarse del sujeto, es decir, de la perspectiva única que cualquier individuo pueda tener respecto a cualquier cosa. En  ese sentido, caemos en la difícil situación de tener que dar cierta validez a todos los puntos de vista, y cuando todos los puntos de vista son igual de válidos, entonces también debemos convenir en que todos son igual de “No válidos.”

 

Por esta razón, me ciño a las palabras de mi profesor Ricardo Rodriguez, que, hablando sobre este asunto, comenta: “Debemos al menos pretender que algunas cosas son correctas e incorrectas”. Esta es  una observación inteligente, pues te permite tener el piso para poder avanzar en alguna dirección.

 

Lo que tú consideras correcto e incorrecto en el arte o en la vida, es lo que llamamos una “Jerarquía de valor”, de acuerdo a esto  puedes decir que lo que está arriba es lo bueno, lo correcto, lo deseable, y lo que está abajo es menos bueno, menos correcto, menos deseable. Las jerarquías de valor son imprescindibles, todos los seres humanos que actúan voluntariamente tienen una jerarquía de valor que les indica cómo actuar, y cada una de tus acciones representan cómo se estructura esa jerarquía.

 

Si te levantas por la mañana y lo primero que haces es jugar una partida de League of Legends en vez de desayunar, pues a través de tu actuar podemos inferir que ese juego tiene una posición más alta en tu jerarquía de valor que el desayuno en ese momento en particular. El valor que le asignas a las cosas está determinado por las tendencias motivacionales, que son hasta cierto punto arbitrarias, pero también está determinado por tu razón y por tu contexto.

 

Quién eres está mejor determinado por cómo actúas que por lo que piensas o dices, si tu razón te dice que desayunar es más importante, y sin embargo, prefieres jugar antes que comer, ¿Cuál de las dos cosas es realmente más importante? Pues yo diría que la primera, esto hablando desde la perspectiva de tu propia experiencia humana, diferente de una perspectiva objetiva, numérica, medible. Diferentes cosas pueden tener diferentes importancias para diferentes personas.

 

Esto nos deja un problema fundamental en el arte (y en la vida, pero nos ceñiremos al arte porque resolver la vida es mucho más difícil), y es que puedes generar una narrativa que defienda prácticamente cualquier punto de vista. 

¿Cuántos de nosotros, en una discusión artística (o en una discusión en general), hemos llegado a desacuerdos que simplemente no pueden resolverse? 

Gran parte de la razón es esa, puedes defender cualquier cosa con una narrativa bien estructurada, lo cual puede indicar que tu defensa no necesariamente depende de lo que defiendes, sino más bien de cómo lo defiendes.

 

En la magia, sucede que, al ser el método secreto, y al ser el objetivo el asombro, es difícil determinar cuál es el camino más adecuado para llegar a cualquier objetivo. Siempre y cuando asombre, siempre y cuando obtenga la reacción que espero, todo está bien, ¿Cierto? Pues el problema de ese razonamiento es que nos impide acceder a los niveles más elevados de detalle y de cuidado, pues podemos con sencillez, argumentar que lo mínimo necesario, es más que suficiente, si es que obtenemos la reacción deseada.

 

La magia se centra con énfasis particular en el espectador, esperamos ciertas cosas de él que son determinantes al momento de decidir si lo que hacemos es correcto o no. 

¿Sucede esto con la música, con la literatura, con la pintura, el teatro, etc? Al momento de escribir un poema, de componer una canción, de pintar sobre un lienzo, ¿Es lo más importante la reacción del espectador, o la justa representación del mundo interno del artista? Me inclino más por la segunda respuesta.

 

En consonancia con lo anterior, la magia, al estar calibrada más en dirección a la reacción del espectador, nos volvemos más dependientes del mismo que de los propios medios artísticos que utilizamos para lograr esa reacción. Dos cosas enteramente diferentes pueden generar reacciones muy similares, ¿Quiere decir esto que las dos cosas son equivalentes? No, la equivalencia es, como mucho, una aproximación, dos técnicas iguales realizadas en momentos diferentes son, en esencia distintas, por lo tanto, no equivalentes. Y si en este ejemplo ambas cosas no son equivalentes, también por definición, una debe ser mejor y otra debe ser peor, una de estas debe estar por encima en la jerarquía de valor. 

Si un mago determina de forma racional que una de estas alternativas es mejor y la otra peor, tenderá a formar una narrativa que defienda esto. Es en la interacción de dichas narrativas, generadas por diferentes personas, donde podemos empezar a encontrar una suerte de terreno común, donde podemos empezar a formar un conocimiento más o menos estable. Y si no generamos esa narrativa, pues la decisión propia de hacer una cosa en lugar de la otra, ya es en sí misma un juicio de valor, pues como hemos dicho, la acción es mejor representación, de quién eres y qué piensas, que la palabra.

Continúa…

 

 

Gracias por leer y no te pierdas la parte 2

Un abrazo, Marcus Magus