Mi bus salía de Valparaíso hacia Santiago de Chile a las 16:00, tomé precaución de tener al menos media hora de margen porque sabía que el tramo desde el terminal hacia la escuela era corto.
Estaba algo nervioso, a esas alturas tenía unos doce o trece años practicando magia, y unos diez dedicándome a ella profesionalmente. Tenía confianza en mis capacidades técnicas e interpretativas, pero estaba a punto de empezar desde cero absoluto con un profesor que me recordaba de forma patente lo mucho que me quedaba por recorrer.
Por cuestiones de la vida, tras conocer a Ricardo Rodriguez (A quien había visto antes por YouTube sin conocer su trayectoria), no sabía que era la misma persona que siempre mencionaban mis amigos de Valparaíso como un referente de la magia mundial que estaba ubicado en Santiago de Chile. Yo lo veía como una persona más, pero tras intercambiar palabras con él, pude atar los cabos para darme cuenta de que estaba frente a uno de los más grandes magos que había conocido.
Los caminos que tomé me llevaron a conocer más profundamente su trabajo, e incluso trabajar para él en la técnica de su espectáculo “Rituales Paganos: con poco pan y sin vino”, espectáculo que por cierto, hasta el día de hoy se mantiene como el mejor espectáculo de magia que he visto, para mí fue evidente que detrás de esta obra había decenas de miles de horas de arduo trabajo y contemplación, lloré emocionado al final, y estuve agradecido de poder presenciar algo así en vivo.
Yo me he llevado muchos golpes durante mi existencia, he pasado penurias y tribulaciones que me han llevado a pasar mucho tiempo en lugares bastante terribles, pero también he tenido mucha suerte, y la mayor de mis suertes siempre es conocer personas maravillosas. En primera instancia, las personas maravillosas que conocí en Chile fueron magos, ellos me recibieron, me aceptaron, apuntaron hacia la obra de Ricardo y hacia su escuela, y uno de ellos, Ishbak, habló con Ricardo acerca de mí, y le pidió que me becara para su escuela, la cual yo no podía pagar. Ricardo, muy para mi sorpresa, aceptó, fue uno de los días más felices que he tenido en Chile.
Tiempo después Ricardo me recibió en la escuela para el primer día, en ese momento sus clases estaban ubicadas en calle Rancagua, en un edificio ni tan viejo ni tan nuevo que otrora no habría llamado mi atención en lo absoluto. Entre mis compañeros habían caras conocidas y desconocidas, nuestro grupo se conformaba por principiantes legítimos que partían de cero, y por otros casos como yo, magos experimentados que habían decidido tener un segundo comienzo.
Hay una cita de T.S Elliot que utilicé como epígrafe una vez que dice: “We shall not cease from exploration, and the end of all our exploring will be to arrive where we started, and know the place for the first time.” La frase explora la idea de que, una vez transitamos lo suficiente un camino, sea el de la vida, o el de alguna disciplina, regresar al inicio nos permite observar las cosas con nuevos ojos, y descubrirlas una vez más casi como si fuese la primera vez.
Eso fue para mí la Escuela de Magia Ricardo Rodriguez.
El primer juego que aprendimos era el “Ritual de ases”, un juego que frecuentemente se catalogaba como automático o semiautomático, una de esas piezas de magia que aprendías en tus primeras aproximaciones al arte, y que prontamente era reemplazada por algún otro efecto, o truco, o juego de magia. Consistía en que el espectador, tras cortar la baraja y ejecutar un procedimiento azaroso, terminaba por conseguir encontrar los cuatro ases por su cuenta, sin la intervención del mago.
El formato de las clases era simple, Ricardo hacía la presentación del juego de magia, y luego procedía a una explicación general, para cerrar con una explicación detallada del juego paso por paso.
Lo primero que me sorprendió es el cuidadoso detalle del guión. Durante mis primeros años aprendiendo magia, yo también fui uno de los que se topó con este juego, mi conclusión, definitiva para entonces, era que este juego no era muy bueno, que era aburrido y que no engañaba.
Reencontrarme con este juego ejecutado y presentado de esta forma me hizo reconsiderar, cada frase y cada palabra estaban colocadas ahí por una razón, todo lo que se decía y se hacía tenía sentido y estaba hilado con una simpleza que no mitigaba el impacto. Admito que durante la presentación del juego pensé que no había nada que pudiera aprender de este efecto, pues lo conocía desde hacía demasiado tiempo. La explicación me demostró lo muy equivocado que estaba.
Verán, si este juego de magia que me parecía simple y tonto, que me aburrió en su momento, que deseché precipitadamente debido a mis conclusiones, era en realidad, una joya que yo no supe apreciar, ¿Qué significaba eso para el incontable número de juegos de magia que sufrieron el mismo destino? ¿Cuántos juegos de magia ignoré por la arrogancia de sentir que estaban por debajo de mi?
Lo siguiente que aprendimos era un juego antiguo, muy antiguo, yo no lo conocía ni lo había visto. En este juego, una carta elegida se daba vuelta misteriosamente en la baraja tras intentar encontrarla y fallar.
El segundo juego confirmó mis sospechas. Prácticamente no había técnica envuelta, y la poca que había era de una simpleza y facilidad tremenda. Era un juego efectivamente para un principiante. ¿Cómo era posible entonces que un juego para principiantes pudiera encerrar tantas complejidades? Solamente acerca del gesto mágico estuvimos discutiendo una media hora, algo que para mi era impensable.
Fue una revelación, el levantamiento de un velo, el redescubrimiento de la magia.
Frente a mí estaba una disciplina que creía dominar, pero que, sin embargo, se estaba presentando como algo totalmente nuevo, con nuevas profundidades y significados. La puerta de la escuela de magia Ricardo Rodriguez era efectivamente la puerta hacia un nuevo mundo para mi.
Que grata sorpresa encontrarse con alguien que nos muestra el camino que queda por recorrer.
Esto no es una publicidad pagada, pero si quieren saber más sobre esta mítica escuela que me ha dado tanto, pueden contactar a Ricardo a través del correo contacto@escuelademagia.cl
Gracias por leer
Marcus Magus